La sexualidad en la adolescencia: no sólo relaciones de riesgo

Estos días habréis leído en prensa, blogs o redes sociales acerca de una práctica de riesgo entre adolescentes llamada “el muelle”. Conocida también como carrusel, o ruleta sexual, es un juego que consiste en lo siguiente: varones tumbados boca arriba y colocados en círculo, con los pantalones bajados y en erección, chica (o chicas) que van de uno a otro sentándose para conseguir una penetración, que viene a durar unos 30 segundos. Se realiza sin preservativo y nos dicen que está de moda, pero ¿es cierto?

No os he contado que como en muchos otros juegos, hay perdedor: el que eyacula en primer lugar. ¡Qué decir! Si me lo creo me alarmo muchísimo, si no me lo creo, siento igualmente la necesidad de hablar sobre la sexualidad entre adolescentes, que va más allá de lo que los adultos pensemos, y desde luego de los riesgos asociados a según qué prácticas. Según parece, el primer caso de “el muelle” se produjo en Medellín, y fue protagonizado (entre otros) por una chica de 14 años que había quedado embarazada, y contó lo ocurrido. Antes de proseguir: sobre lo de que se haya convertido en moda, igual es demasiado aventurado elevarlo a esa categoría, no sé.

Adolescentes y sexualidad.

Quiero hablar de varias cosas, y espero transmitir bien lo que pretendo. Como sabéis la adolescencia es un período de muchos cambios a todos los niveles, también es el tránsito hacia la adultez, y las chicas y los chicos deben construirse, encontrarse y aprender a SER. Además tienen que lidiar con la presión del grupo, el duelo por el niño que ya no se es, y la desidealización hacia los progenitores, ahí es nada. Pero, ¡qué etapa tan bonita y tan llena de experiencias y relaciones! ¿verdad? En cambio, el mundo adulto a veces tiende a considerar conflictiva la adolescencia, y en consecuencia pretendemos juzgarles y dirigirles, en lugar de acompañarles, pero eso es otro tema.

De forma más o menos inconsciente, trasladamos una perversa influencia cultural y moral, que muestra el sexo como algo sucio, mejor lo ocultamos a los niños o les contamos lo justo, y así nos va. Falta naturalidad, honestidad… y en las escuelas falta educación sexual; porque ir a contarles a los chavales de Secundaria que el condón previene las ETS, se queda cortito, y hablarles a los de Primaria sobre la reproducción, de la forma que lo hacemos, no va a conseguir lo que deberíamos pretender: que vivan una sexualidad placentera y saludable a la vez.

El muelle, los bulos.

Parece ser que es difícil de comprobar que se esté produciendo tal moda sexual, y ya en 2013, la BBC se cuestionaba si (en Colombia) “se trataba de casos aislados, o de una práctica generalizada”. Aunque por otra parte, también se cuenta que existe un vídeo que documenta una de estas escenas ocurrida probablemente en Madrid, pero eso sólo confirmaría que hay quien practica el carrusel, no que se esté produciendo de forma masiva.

La sexualidad de los adolescentes: no sólo relaciones de riesgo

¿Revolución sexual o relaciones de usar y tirar?.

Me ha gustado mucho este artículo encontrado en Terapia psicocorporal, que habla de algunas de las consecuencias de esa revolución sexual. Según la edad que tengamos las y los que somos madres o padres, hemos tenido progenitores que habían llegado al matrimonio sin haber tenido relaciones sexuales, que después no supieron contestar las respuestas de sus hijos, y que sintieron pánico cuando las niñas se convirtieron en adolescentes. Algunos de esos hijos, para compensar la falta de normalización y la falta de educación sexual, hablaron sobre sexo cuando crecieron, y lo hicieron situándolo en el centro de toooooodas las conversaciones, hasta llegar a cansar. Y mientras eso ocurría, la revolución sexual cambió las relaciones duraderas por sexo de ‘mercado’: relaciones de usar y tirar, en las cuales las propias necesidades se desdibujan y son desatendidas.

Entendedme, soy de todo menos mojigata: no me asustan los desnudos, ni hablar sobre sexo, lo que me asusta esla erotización extrema que rodea a los adolescentes, y la idea del sexo desvinculado al afecto y a las emociones, porque al final, todo está relacionado, aunque sea en un contexto de relaciones igualitarias.

O sea, que imaginaros el embrollo que tenemos los adultos respecto al tema: el sexo es sucio, la sexualidad de los adolescentes es preocupante, y al mismo tiempo asistimos (cuando no contribuimos) impasibles al “todo vale”, y nos da igual si con ello obligamos a los más jóvenes a sobreadaptarse.

Los adolescentes también tienen derecho a vivir su propia sexualidad.

Una investigación de la Universidad de Utrech, cuenta que existe una relación longitudinal entre el consumo de medios sexualizados y actitudes sexuales permisivas, pero a la vez la asociación puede ser regulada por el control de los padres y la comunicación familiar, consiguiendo un efecto moderador. Por medios sexualizados se entiende la hipersexualización generalizada, y en concreto diversos estímulos inadecuados. Por ejemplo hablar de sexo es adecuado, banalizarlo no.

Uno de los problemas que puede originar la ocultación, es que las chicas y los chicos vayan a buscar la información a Internet, y de hecho lo harán, porque los padres ya no son 100 % figuras de referencia; otra cosa es que la familia esté aún presente, que escuche sin juzgar, y que acompañe el crecimiento. Se aconseja fomentar la confianza y la comunicación abierta, y no desistir en la tarea como educadores, solo porque ya no nos “idealicen”.


Como digo, cada persona vive su sexualidad, y esta SEXUALIDAD se traduce en búsqueda de placer, gestión de los miedos, relación íntima con otra persona, exploración de los deseos, respeto al otro… así debería ser. No es solo negociar el uso del preservativo y después practicar el coito, es también expresar lo que a uno le gusta, y escucharse a uno mismo. Y más cosas, claro.

Existe el riesgo de contraer ETS, de embarazos no deseados… y existe la necesidad de comunicar.

Los más jóvenes tienen que conocer esos riesgos, y de hecho es conveniente recordarlo de vez en cuando desde la familia o en la escuela, pero de forma cercana y desde el afecto que sentimos por ellos, no como una lección a memorizar. Lo que ocurre es que a veces los adultos nos enfocamos mucho en la gonorrea o el papilomavirus (recomiendo esta lectura sobre ETS que se pueden pillar practicando el muelle), en el VIH, y no sabemos qué necesitan ellas y ellos.

Esta publicación de Evidencias en Pediatría me encanta (y tiene ya unos pocos años), porque cuenta que más que centros de consulta sobre métodos anticonceptivos, quizás sería conveniente articular mecanismos para que pudieran reunirse y formular preguntas, intercambiar dudas, sin directividad.

Por último, seamos conscientes del riesgo, pero no consideremos estúpidos a los jóvenes. Es necesario tomarnos muy en serio todo esto e implicarnos de forma activa. No sé si “el muelle” es una moda o no, intuyo que cuando ocurre, será probablemente bajo los efectos del alcohol, y esto daría para más de un post, porque la ingesta abusiva en adolescentes, es preocupante. Y sobre todo soy consciente de que no se está respondiendo a todas las necesidades emocionales y de comunicación que tienen nuestros hijos.

Imágenes — St. Gil Marc, Courtney Carmody


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  1.   Pablo Fayos dijo

    Cuando salió esta noticia me sonó al episodio aquel de Ricky Martin y la mermelada o a cuando una banda de delincuentes te echa huevos en el limpiaparabrisas. Esto es lo malo de internet, que las noticias o bulos de este tipo se vuelven virales y provocan una alerta desmesurada en la población.

    No dudo que alguien lo haya hecho, pero de ahí a decir que es una práctica que está de moda… Casi todas las noticias que van relacionadas con los adolescentes son negativas. Bastante tienen con pasar por esa época tan importante para ellos y que a veces es un poco dura como para que los pintemos como Ninis, drogadictos, depravados, etc.

    1.    Macarena dijo

      Pues si Pablo, y es que vivimos en un mundo adulto centrista a tope, y creo que en parte tenemos cierta envidia de la libertad que tienen los menores, y nos dedicamos a machacarlos y juzgarlos, como si hubiéramos nacido con 25 años, y jamás hubiéramos tenido esa edad.

      Como dices tú, bastante tienen ellos. Si los dejáramos en paz muchas veces, cambiarían bastante las cosas.

      Gracias por comentar 🙂