Un sistema educativo que despierte mentes en lugar de llenar memorias

Ya sí que sí. Muchos centros educativos han abierto sus puertas para empezar un curso nuevo. Hay niños que acuden ilusionados y emocionados a las aulas pero otros, no tanto. Posiblemente, si sois padres, os estaréis preguntando lo siguiente: ¿qué pasará este año? ¿por fin la educación será diferente? ¿los colegios se alejarán un poco del desastroso sistema educativo que tenemos? Ojalá fuese así.

Pero lo cierto es que no lo sabemos y todos estamos con una extraña incertidumbre en el cuerpo. ¿Se tendrá más en cuenta la educación emocional en las aulas? ¿habrá métodos distintos de evaluación? ¿la mayoría de centros educativos optarán por un vasto contenido y poca práctica? ¿se llenará de nuevo la memoria de los estudiantes en lugar de despertar su interés y creatividad? Pues no tengo ni idea.

Libros de texto, estrés, agobio y mochilas a la espalda

¡Ojo! No digo que así hayan empezado el colegio todos los niños pero sí los que están a mi alrededor (y no son pocos). El otro día acompañé a una conocida a comprar los libros de texto para su hijo cinco años. Cuando la librera colocó todos encima del mostrador no pude evitar sorprenderme. «¡Madre mía! Pero si solo tiene cinco años» pensé (y más tarde se lo dije a mi amiga).

Desgraciadamente, he visto muchos casos por las redes sociales. Y yo me pregunto: ¿de verdad son necesarios tantos  a edades tan increíblemente tempranas? ¿por qué el sistema educativo sigue casi obligando a que se compren los libros de texto y por qué los centros educativos aceptan sin más tan tranquilos? Dejo que seáis vosotros los que reflexionéis y busquéis vuestra propia respuesta a la cuestión.

A unos poquísimos minutos de mi casa se encuentra el colegio al que asistí hasta cuarto de la ESO. Y cuando saco a Argos por la mañana sigo viendo lo mismo que el año pasado: niños pequeños con súper mochilas a la espalda, padres estresados porque llegan tarde y caras de desilusión por todas partes. Ojalá que pasen los días y lo que vea sea a estudiantes alegres y contentos deseando entrar en el colegio.

Sí, el sistema educativo es desastroso, pero…

Pero hay bastantes centros educativos (y en España) que se han desvinculado por completo de él y los resultados han sido todo un éxito. Han dejado atrás los libros de texto, los estudiantes sentados en fila, la inflexibilidad, el rol del profesor o maestro como máxima autoridad y disciplina, han optado por métodos de evaluación diferentes a los que tenemos desde hace más de treinta años…

«Así, los estudiantes harán lo que quieran y estarán descontrolados». Estoy cansada de leer y de escuchar esta frase continuamente. Opiniones las podemos tener todos, claro está. Pero la mía es que la educación, ni el sistema educativo ni ningún profesor tiene que tener controlados a los estudiantes. Y eso no significa que vaya a ser un caos y un desorden de clase. Significa que los alumnos son libres. Y en las aulas se debería fomentar y favorecer esa libertad y no caer (como en tantos casos) en el miedo y en la sumisión educativa. 

Si el cambio educativo es posible y ha dado tan buenos resultados a los centros educativos que se han sumado a él, ¿por qué no todos los colegios lo hacen? He ahí el quid de la cuestión. Yo no lo sé seguro pero me atrevería a decir que hay bastantes centros educativos a los que les importa más su prestigio y estatus que enseñar de manera activa y práctica a los estudiantes. Y también creo que lo más fácil es seguir con la tradición, no moverse y quedarse sentado. ¿Para qué van a pensar en los alumnos?

Hay familias que…

Hay familias que no solo no están de acuerdo con el cambio educativo (que eso es respetable) sino que se encargan de rechazar a los maestros y profesores que sí lo quieren. Por muy extraño que parezca (y no, no estoy metiendo a todos en un mismo saco) hay padres que exigen más contenido a los docentes y a los directores del centro. Hay familias que, desgraciadamente, creen que sus hijos son máquinas que pueden con absolutamente todo. 

El año pasado, una amiga educadora infantil (en el nivel 2-3) tuvo que escuchar lo siguiente: «¿y cómo es que todavía no enseñas las operaciones básicas? Los hijos de mis amigos tienen la misma edad y ya están aprendiendo». Y también tuvo que digerir y asimilar esto otro: «¿qué pasará cuando llegue a primaria sin saber sumar ni restar?» Eso no es todo. A un amigo maestro de tercero de primaria le exigieron los padres (así como suena) que pusiera deberes e hiciera más exámenes de la asignatura.


Lo que quiero decir es que SÍ hay educadores, maestros y profesores dispuestos a optar por el cambio. Sí hay docentes que son conscientes de que el sistema educativo lleva años sin servir y quieren luchar por transformarlo. Y sí que hay profesores que intentan fomentar el pensamiento crítico, la libertad y alejarse de la sumisión. Pero, ¿qué pasa si por hacer todo esto su trabajo corre peligro o es criticado por las familias? Ahí es donde tenemos que llegar.

¿Y si imaginamos que…?

Imaginad que familias, docentes y directores trabajan juntos y unidos con un mismo el mismo fin. Pensad en qué pasaría si se suprimiera del curriculum y de los programas todo el contenido innecesario. Imaginad que los estudiantes tuvieran la oportunidad de debatir, de pensar, de desarrollar ideas y de llevarlas a la acción en su día a día. ¿Sois conscientes de lo que pasaría si se tuviera más en cuenta las emociones y sentimientos de alumnos y docentes? 

¿Y si el juego y el sentido del humor fuese totalmente compatible con el aprendizaje y la enseñanza? ¿Os imagináis que ningún estudiante fuese nunca más un cinco, un siete o un nueve? ¿Y si la educación abriera mentes en vez de cerrarlas? Posiblemente, en muchas ocasiones hayáis pensado o imaginado todo lo que acabo de escribir. Necesitamos estudiantes que cambien el mundo, que pregunten, que digan que no y que busquen respuestas. Y las aulas, es un escenario perfecto para ello. 


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