Aprendemos más de nuestros fracasos que de nuestros éxitos. Thomas Edison hizo un número extraordinario de intentos fallidos de inventar la bombilla eléctrica. Cuando un periodista le preguntó cómo se sentía fallar 1.000 veces, Edison respondió: “No fallé 1.000 veces. La bombilla fue un invento con 1.000 pasos”.
Desafortunadamente, vivimos en una época que pone un enorme énfasis en el éxito instantáneo. El fracaso no es tolerado. Los padres corrigen la tarea de sus hijos para mejorar sus calificaciones. Discuten con los maestros que intentan señalar las áreas donde sus hijos necesitan mejorar.
Sin embargo, cometer errores es una parte esencial del aprendizaje. Debemos aprender de nuestros errores y corregirlos, al igual que un barco que con frecuencia ajusta su curso para mantenerse en el rumbo correcto. Si quieres motivar a tus hijos para que estudien mucho y les vaya bien en la escuela, una de las mejores cosas que puede hacer es crear una cultura familiar donde esté bien cometer errores.
Una forma de hacerlo es compartir con tus hijos tus propios errores y lo que aprendiste de ellos. Por ejemplo, tal vez fuiste a la universidad para estudiar un campo y terminaste cambiando a un campo diferente cuando comenzaste a trabajar. Al compartir esa experiencia con tus hijos, les está demostrando que no tienen que hacerlo «bien» la primera vez.
Si quieres enseñar a tus hijos a amar el aprendizaje, una cosa que debes evitar a toda costa es centrarte demasiado en los fracasos. En lugar de criticarles por sus fallos, ayúdeles a identificar lo que han aprendido de sus errores. Los niños que son elogiados por su esfuerzo trabajan más y se rinden con menos facilidad.
Por otro lado, los niños que tienen miedo al fracaso tienen más probabilidades de desanimarse cuando cometen errores. En lugar de aprender de sus errores y seguir adelante, es probable que se rindan por completo.