El verdadero compartir implica empatía, la capacidad de entrar en la mente del otro y ver las cosas desde su punto de vista. Los niños rara vez son capaces de tener una verdadera empatía antes de los seis años. Antes de ese tiempo comparten porque los padres les condicionan a hacerlo pero no porque realmente deseen hacerlo. No esperes que un niño menor de dos o dos años y medio acepte fácilmente compartir.
Los niños menores de dos años están en juego paralelo: juegan junto con otros niños, pero no con ellos. Se preocupan por sí mismos y sus posesiones y no piensan en lo que el otro niño quiere o siente. Pero, dada la orientación y la generosidad, el egoísta de dos años puede convertirse en un generoso a los tres o cuatro años. A medida que los niños comienzan a jugar entre sí y cooperan en el juego, comienzan a ver el valor de compartir.
Los niños con apego parental pueden ser más sensibles a las necesidades de los demás y, por lo tanto, pueden estar más dispuestos a compartir. O también pueden ser más conscientes de su propia necesidad de preservar su sentido de sí mismos al no compartir. Es más fácil compartir con alguien menos poderoso que tú o menos amenazante (es decir, un niño más pequeño), un visitante en lugar de un hermano, un niño tranquilo en lugar de un exigente… Mucho depende del temperamento del niño.
Para saber si tu hijo/a está preparado para compartir deberás fijarte si realmente está listo sin juzgarle. Incluso cuando un niño tiene tres o cuatro años esperan un intercambio justo. Respeta y protege el derecho de que tu hijo tenga sus propias posesiones. Quizá tu hijo no quiera compartir su juguete porque le tiene aprecio y sabe que quizá el otro niño no lo cuidará bien e incluso lo romperá. Un niño puede comenzar a compartir a partir de los 3-4 años, pero no será a partir de los 6 cuando lo haga con gusto.