Todos los sentimientos son aceptables, pero no lo son todos los comportamientos. Es necesario establecer límites a los hijos sin ser demasiado indulgente para evitar que los niños tengan inseguridad en cuanto a la crianza que les estás proporcionando día a día.
Como padre o madre necesitas establecer límites, la relación padre-hijo no es una democracia. Una vez que se manejan las emociones, puedes ser firme. Después de que el padre reconoce la emoción detrás del mal comportamiento y lo ayuda a etiquetarlo, el padre puede asegurarse de que el niño entienda que ciertos comportamientos son inapropiados y no pueden ser tolerados.
Luego, el padre puede guiar al niño a pensar en formas más apropiadas de manejar los sentimientos negativos. «Estás enfadado porque Lucas te quitó ese juego», podría decir el padre. “Yo también lo estaría. Pero no está bien que le pegues. ¿Qué puedes hacer lugar de esti?”
Después de haber escuchado con empatía, etiquetado los sentimientos y establecido límites a cualquier mal comportamiento, es hora de arreglar las cosas. Alguien necesita liderar la resolución del problema. Y esa persona no eres tú.
Esta es otra habilidad que quieres ayudarles a desarrollar. No siempre estarás allí para decirles qué hacer. Así que motiva a tus hijos a proponer ideas, guíales a una solución acorde con sus valores que sea efectiva y tenga en cuenta los sentimientos de otras personas. Así es como los niños emocionalmente inteligentes se convierten en niños ingeniosos y responsables.
Tus hijos necesitan que respires hondo una y otra vez para educarles desde la paciencia, pero sobre todo, desde el respeto. Necesitan que les respetes, que les quieras y que no te olvides de que ellos, te miran cada día para aprender más que de tus palabras, de tus hechos y de todo lo que les haces día a día.