El desarrollo de los sentidos es muy importante para la evolución del niño ya que éstos constituyen el vehículo a través del cual el pequeño entra en contacto con el exterior, lo conoce y, en consecuencia, evoluciona en su aprendizaje. No hay que olvidar que gracias a los sentidos nos comunicamos con otros seres humanos y entablamos relaciones de afecto con ellos.
El tacto
Es el primer sentido que el recién nacido aprende a utilizar. Hasta el tercer mes de vida, la sensibilidad táctil del bebé se concentra principalmente en la cabeza, la boca y el tronco. El pequeño responde a la presión, a la textura, a la temperatura, a la proximidad y al dolor. De ahí la importancia de la lactancia (un momento de comunicación por excelencia entre la madre y el niño), de las caricias, de los abrazos y del baño. Los masajes también ocupan un lugar destacado en el desarrollo del bebé. Además de transmitir cariño a través del contacto de la piel, permiten su relajación y bienestar.
Entre los seis y los nueve meses de vida, el pequeño comienza a explorar el mundo que lo rodea. Su tronco, brazos, piernas, manos y dedos, se convierten en las herramientas perfectas de exploración. Este es el momento de dejarlo experimentar con distintas texturas, temperaturas y formas. Como todavía no puede desplazarse y tiende a llevarse todo a la boca, la utilización de gimnasios de bebés con objetos de distintas características, resulta un excelente recurso de estimulación.
A medida que el niño va creciendo y su sentido del tacto se desarrolla, es muy importante que comience a procesar y relacionar la información que le proporciona la experiencia. Un juego que suele divertir mucho a los pequeños consiste en introducir sus manos en distintas cajas de cartón, dentro de las cuales se han dispuesto previamente objetos de varios tamaños, formas y texturas. Adivinar de qué se trata el objeto que han tocado después de describir las características del mismo, se convierte en un todo un reto.