Trastorno del vínculo: el delicado, invisible y poderoso lazo del afecto

vínculo

¿En qué momento empieza a formarse ese vínculo de afecto entre una madre y un hijo? Podríamos decir sin equivocarnos que a lo largo de los 9 meses de gestación ese vínculo adquiere forma y materia a través del cordón umbilical. La unión es perfecta, armónica y funcional: se transmite alimento, sensaciones, calma y seguridad.

Ahora bien, pensemos por ejemplo en el «acto de nacer». A día de hoy, el nacimiento en muchos centros se ha convertido en una serie de «pautas protocolarias» donde venir al mundo, puede ser algo realmente traumático. El recién nacido es llevado de unas manos a otras para al poco, ser lavado para eliminar todo rastro de ese proceso íntimo entre la madre y el hijo. La madre y el hijo se necesitan mutuamente tras el parto, y éste, puede ser el inicio -o el refuerzo- de ese vínculo que tras la «ruptura del cordón umbilical» nos invita a crear otro tipo de lazo que tiene como finalidad ofrecer un apego maduro, útil y lleno de afecto con el cual, dar al mundo niños más seguros para que exploren el mundo y alcancen sus sueños. En «Madres Hoy» te hablamos de ello.

El trastorno del vínculo y los lazos afectivos invisibles

madre trabajadora brecha salarial (Copy)

A la hora de hablar del vínculo o incluso del apego, mucha gente mantiene la idea de que este tipo de conceptos lo único que consiguen es «proteger en exceso al niño«. Ahora bien, es necesario desmontar un poco estas imágenes. El apego, o un vínculo fuerte entre una madre y un hijo, no son cuerdas que atan o dominan a nuestros hijos como marionetas.

El vínculo es un abrazo invisible y es la reafirmación de que en cada paso que den nuestros niños, estemos o no estemos con ellos, son amados, son queridos y tenemos confianza en ellos. Es importante tener en cuenta que cualquier experiencia que el niño procese como negativa, ya sea en el nacimiento o en cualquier instante de su infancia, supone una impronta a nivel cerebral y una emoción creada que le impedirá adaptarse a su entorno con efectividad.

Sabemos que es algo complejo y ante todo delicado, sobre todo porque un padre, una madre, nunca llega a comprender o a percibir qué acciones de las que llevamos a cabo pueden afectar de forma negativa en nuestros hijos, originando lo que se conoce como trastorno del vínculo. Veámoslo con detalle.

Experiencias traumáticas en edades tempranas

El trastorno del vínculo tiene mayormente su orígen en este tipo de experiencias que todos podemos identificar: el abandono, la carencia de afecto, un vacío en la expresividad emocional, el maltrato…

Todo ello genera no solo graves problemas en la seguridad emocional del niño, se sabe que estas experiencias traumáticas pueden llegar a generar retrasos madurativos, problemas comportamentales como ira, agresividad, hiperactividad…

Esas otras experiencias de las que las madres y los padres no somos conscientes (en ocasiones)

Muchos de nosotros llevamos a nuestras espaldas lo que creemos, debe ser un «adecuado dominio» sobre lo que es educar a un hijo en felicidad. Leemos libros, nos formamos, contamos con la experiencia de familiares, amigos e incluso por qué no, ya tenemos un hijo y pensamos que el siguiente, «va a ser igual».

No obstante, el trastorno del vínculo puede aparecer en uno de nuestros hijos pero no en otro. Y las causas, podrían ser muy puntuales e incluso insospechadas.

  • Los bebés que deben pasar cierto tiempo en una incubadora experimentan, por ejemplo, la ruptura de ese vínculo temprano con la madre que en muchos casos, puede traer consecuencias.
  • Dejar a los niños en guarderías desde edades muy tempranas también puede ser experimentado como algo traumático (es posible que uno de los hermanos lo viviera como algo normal, pero en cambio, para el otro fuera algo traumático).
  • Las horas que las madres y los padres pasamos fuera de casa en el trabajo también puede ser una fuente de sufrimiento en el cerebro de un niño.

trastorno emocional

Sintomatología del trastorno del vínculo

Ahora que ya sabemos que determinadas situaciones pueden ocasionar un impacto emocional y traumático en algunos niños pero no en otros, veamos ahora cómo lo podemos notar en el día a día.

  • Los niños nos ponen a prueba constantemente buscando nuestra cercanía y muestras de cariño.
  • Suelen presentar muchos cambios de humor, a instantes se muestran afectuosos, y al segundo estallan con ataques de ira y agresividad.
  • Sienten celos, nos ponen ultimatums como «si te vas a trabajar es porque no me quieres». Son situaciones que suponen una alta carga emocional también para las madres y los padres, y una fuente de estrés constante.
  • Es común también que los niños lleguen a somatizar el trastorno del vínculo mediante dolores de cabeza, problemas digestivos, enuresis…
  • En caso de no intuirlo o de relacionar estas conductas de forma errónea con otras causas tan peligrosas como «el niño es un malcriado», puede evolucionar hasta una depresión temprana, que poco a poco, sumirá a esa criatura en un estado donde se necesitará de la atención de un profesional tarde o temprano. Es importante tenerlo en cuenta.

Alimenta a tus hijos de amor y los miedos morirán de hambre.

La importancia del apego

A día de hoy, hablar del apego, en ocasiones, causa confusión debido a otras disciplinas, de línea más espiritualista donde se ensalza aquello de que «apegarse a algo es una fuente de sufrimiento», porque nos impide avanzar en libertad. Asimismo, teorías como las de Walter Riso sobre el apego en la pareja, defienden la necesidad de evitar este concepto, porque el apego en las relaciones de pareja es, según esta perspectiva, una fuente de sufrimiento.

Así pues, hemos de aclarar conceptos. En este caso estamos hablando de crianza, de educación, de la relación madre-hijo y en este caso, el apego es fundamental para evitar el trastorno del vínculo.

John Bowlby fue un psicoanalista inglés que acuñó, gracias a sus años de experiencia en instituciones educativas y médicas, lo que hoy conocemos como la «Teoría del apego».

  • El apego es la riqueza y la fortaleza de un vínculo emocional que se desarrolla entre el niño y sus padres, madres (o cuidadores) capaz de proporcionarle la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad.
  • Para desarrollar un apego saludable, seguro y maduro con nuestros hijos es importante saber intuir y apagar miedos, se accesibles, ser la fuente principal de afecto, sin chantajes, sin dobles sentidos, es ser madre y ser padre las 24 horas del día incluso cuando no estemos con ellos físicamente.
  • El apego es favorecer, desde el momento del nacimiento, esa unión física piel con piel de la madre y el bebé (aunque esté lleno de sangre) que más tarde seguirá con los años de lactancia, con los abrazos, con las noches en que consolar el llanto y acunar.

preocupaciones en los niños

Más tarde llegarán las conversaciones, las sonrisas empáticas y los dos millones de respuestas para ese millón de preguntas que los niños tienen siempre para nosotros. El apego es al fin y al cabo el acto de estar presente emocionalmente en cada etapa de nuestros hijos, un vínculo excepcional que hemos de cuidar, atender y construir cada día.


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  1.   Macarena dijo

    ¡Wow! Valeria… ¿qué decir? Está tan bien explicado 🙂 , de hecho creo que construyes el lenguaje de una forma maravillosa para explicarnos algo que es per se un poco complicado, y leyéndote me ha resultado hasta fácil entender.

    Como sabes, conocía el tema del apego, pero muy parcialmente: el miedo me ha impedido sumergirme en ese conocimiento porque mi interior sabe que las dos horas que mi hijo mayor y yo estuvimos separados por esos protocolos hospitalarios de los que hablas, nos han marcado a ambos. Luego es posible la sanación, pero puesto que no siempre está en las manos de los padres «curar» sin ayuda; es necesario saber que para evitar el trastorno del vínculo, nada mejor que dejar que la naturaleza siga su curso permitiendo a las madres permanecer junto a sus bebés.

    Es verdad que parece tremendista pero solo hace falta un poco de lógica para entender que si la unión que lleva 9 meses gestándose se trunca antes de que ambos se vean las caras, alguna consecuencia puede tener.

    En fin, como bien has dicho la separación temprana no es la única causa de este trastorno, y desde luego querer mantenerlo no tiene nada que ver con la hiperprotección. Y sí, has hecho bien en mencionar esos otros apegos que nos pueden dañar, porque efectivamente este del que hablamos no tiene nada que ver con ellos.

    Un saludo, y ha sido un placer leerte.

    1.    Valeria Sabater dijo

      ¡Muchas gracias a ti, Macarena! Era importante tocar este tema, creo que hay muchos conceptos sobre este tema que se nos escapa o que, sencillamente, aún se desconocen, como es el tema de los protocolos hospitalarios a la hora de dar a luz. Ojalá que sirva de ayuda muchos de estos conceptos que traemos en nuestro espacio o que al menos, sirvan para cuestionarnos muchas cosas de las que nos rodean o que incluso estamos haciendo ahora mismo.

      Gracias de nuevo a ti 🙂