La delgada línea entre precaución y sobreprotección

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Los hijos nunca vienen con manual de instrucciones y eso hace que te plantees una y mil veces cada paso que das respecto a tus hijos. Cada palabra que le dices la piensas y la valoras, por si eres demasiado duro, o demasiado permisivo.

Si a todo esto se une un mundo que se vuelve cada vez más hostil y peligroso, te replanteas todo como cien veces más. Es muy difícil valorar cual es realmente el entorno en el que sabes a ciencia cierta que tu hijo estará seguro, porque realmente no sabemos a qué peligros nos podemos enfrentar cada día.

Los peligros del exterior

A todos nos da miedo la cantidad de peligros a los que se  tendrán que enfrentar nuestros hijos a lo largo de su vida.

Es muy difícil dejar que nuestros hijos caminen solos sin salir corriendo a atenderles por si se caen, al menor indicio de tropiezo. Y esto es aplicable a todas las etapas y sentidos de la vida.

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Pero no podemos evitarles todo el sufrimiento aunque queramos, porque igual que es perjudicial exponerlo a los peligros, lo es también aislarlo de ellos.

¿Se sentirá desatendido si le das demasiada libertad?

Este es uno de los peligros de dejarles caminar solo, a parte de los peligros obvios de un mundo cada vez más salvaje, en el que, aparentemente, no te puedes fiar ni de tu propia sombra.

Por eso es importante que siempre te comuniques con tu hijo, que te preocupes por cómo se siente, más allá de las conversaciones diarias. Necesita saber que estarás ahí si tiene alguna dificultad, que le protegerás y consolarás si surge cualquier problema.

Si sucede que tu hijo tiene un problema de cualquier índole y tú le restas importancia, podría sentirse cohibido a la hora de volver a contar contigo. Es necesario que tengas mucho tacto y sensibilidad a la hora de tratar los temas que le preocupan. Aunque parezcan cosas triviales, para ellos son todo su mundo, no debemos olvidar, que a nosotros también nos preocupó una vez que nuestra mochila o nuestros zapatos, no fuesen lo que está de moda.

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Si refuerzas su confianza en ti, siempre va a acudir a su madre cuando sienta que lo necesita, aunque sepa que hizo algo mal. Si tienes tacto con los temas que le preocupan, sabrá que las normas no son imposiciones, si no fruto de la lógica y lecciones de responsabilidad, porque todo acto tiene consecuencias.


Es mucho menos probable que tu hijo se meta en problemas o que no sepa resolver sus conflictos si le das esa libertad, sin olvidarte de hacerle siempre saber, que estás ahí para cuando lo necesite.

El peligro de la sobreprotección

Todos los extremos son perjudiciales por igual. Es cierto que tu hijo puede sentirse solo o desatendido si le das demasiada libertad, pero es igualmente malo para su desarrollo protegerlo demasiado. Estás impidiendo que aprenda a desenvolverse solo y eso afecta a muchos aspectos de su vida y a sus aprendizajes sociales y vitales.

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Un niño al que no se le deja descubrir por sí solo, para alejarlo del peligro, es un niño que crecerá inseguro de sus propias capacidades. Siempre se sentirá en peligro si no hay límites para «protegerlo». No se relacionará de una forma adecuada con sus compañeros de la misma edad, ya que necesitará siempre el refugio de un adulto que le dé esa seguridad que le falta.

La sobreprotección es dañina para el desarrollo social y para la autoestima de nuestros hijos. Una de las pautas que nos dan figuras tan importantes en la educación como son Ferrer i Guardia y María Montessori, es que los niños deben descubrir y experimentar por sí mismos. Es la única forma de descubrir los intereses que los mueven y las capacidades que debemos potenciar en ellos.

La clave del equilibrio

La auténtica clave del equilibrio es siempre escuchar a tu hijo. Es la única forma en la que tu conciencia estará tranquila. Si lo escuchas a él, será como escucharte a ti misma, diga lo que diga, sabrás lo que él siente y podrás actuar en consecuencia. Sigue tu instinto de madre y no te reproches los errores, porque todas las madres los tienen.

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Por muy difícil que sea saber dónde está la línea entre precaución y sobreprotección, si es un niño que crece, feliz, sano y seguro de sí mismo, sabremos que lo estamos haciendo bien.


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