¿Qué tipos de meningitis hay?

La meningitis es una enfermedad peligrosa que ha sido controlada gracias a las vacunas que se han ido desarrollando. Sin embargo, debido a que hay diferentes tipos de meningitis, el calendario de vacunación se encuentra en permanente actualización para así combatir las diferentes cepas.

Es importante conocer todos los pormenores de esta enfermedad que afecta a los niños para así cuidar la salud de los peques.

Qué es la meningitis

La meningitis es una enfermedad infecciosa que es provocada por virus o bacterias. Estas baceterias afectan las meninges, es decir las membranas que rodean al cerebro y a la médula espinal y por eso es tan peligrosa pues provoca una infección e inflamación.

Hay diferentes grados de meningitis pues las bacterias pueden afectar sólo las meninges -y entonces se habla de meningitis- o bien la bacteria puede introducirse en la sangre y ahí se produce la llamada sepsis meningocócia, que es de mucha gravedad. En los casos más extremos, la meningitis puede provocar daños cerebrales y hasta llevar a la muerte.

Más allá de las infecciones típicas provocadas por el contagio por saliva, entre los tipos de meningitis están aquéllas provocadas por hongos, tumores y otros virus como el herpes labial, el herpes genital y el VIH, aunque éstas son menos frecuentes.

Los síntomas más comunes de la meningitis son:

  • Fiebre alta.
  • Dolor de cabeza intenso.
  • Rigidez de la nuca.
  • Vómitos bruscos
  • Somnolencia.
  • Pérdida de consciencia.
  • Agitación, delirio y/o convulsiones.
  • Manchas de color rojo-púrpura en la piel

Tipos de meningitis

Las meningitis se dividen en dos grandes grupos: las víricas y las bacterianas. Así, los tipos de meningitis varían según su origen.

Dentro de los que son las meningitis víricas, se trata de una enfermedad con buen pronóstico que no suele dejar secuelas y no requiere de vacuna ni de profilaxis.

Las meningitis bacterianas son peligrosas y requieren que el paciente sea hospitalizado pues puede derivar en secuelas cerebrales e incluso la muerte. Por eso se han desarrollado una serie de vacunas que atacan los diferentes tipos de bacterias. Las más frecuentes son:


  • Meningococo B.
  • Meningococo C.
  • Haemophilus influenzae tipo b.
  • Neumococo.

Vacunas contra la meningitis

La vacuna contra la meningitis es la mejor forma de prevenir esta enfermedad. La Asociación Española de Pediatría recomienda la vacuna en lactantes a partir de los 2 meses de vida. De acuerdo a la edad, la dosis administrada. Lo ideal es iniciar la primera vacunación entre los 2 y los 5 meses, con una aplicación de 4 dosis para luego aplicar 3 dosis entre los 6 y los 23 meses. Entre los 2 y los 10 años se administran 2 dosis y lo mismo en el caso de adolescentes y adultos.

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Por fortuna, se han desarrollado vacunas para casi todos los tipos de meningitis bacteriana y las mismas están incluidas, en su mayor número, dentro del calendario de vacunación oficial de España. Las más conocidas son las vacunas contra el haemophilus Influenza B, meningococo C y neumococo.

Gracias a la aparición de la vacuna contra la meningitis y sus variantes, la curva de contagios de meningitis bacteriana ha descendido mucho en España si bien en los últimos años la incidencia de los movimientos migratorios ha incrementado los casos. Es importante tomar consciencia sobre la gravedad de esta enfermedad dado que puede producir los siguientes trastornos:

Si el diagnóstico de la meningitis se hace tarde o el paciente no recibe el tratamiento adecuado, esta enfermedad puede provocar lesiones y secuelas en el paciente. Las más destacadas son:

  • Hipoacusia (sordera).
  • Hidrocefalia.
  • Convulsiones.
  • Hemorragia subdural.
  • Daño cerebral.
  • Edema cerebral.
  • Trombosis de senos venosos.
  • Parálisis de nervios craneales.
  • Crisis epilépticas.
  • Choque séptico.
  • Insuficiencia renal.

En sus fases iniciales, la meningitis puede ser difícil de diagnosticar. Para saber si se trata de una meningitis bacteriana se realiza una punción lumbar, en la columna vertebral, para obtener y analizar una muestra de líquido cefalorraquídeo. El médico además puede pedir exámenes complementarios como una ecografía o una tomografía axial computarizada (TC).


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