Deberes escolares: ¿hay esperanza al final del túnel?

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Si hay algo que recuerde con claridad de mi época en educación primaria y educación secundaria son los deberes escolares. Esos montones de ejercicios que me mandaban los maestros y que finalmente, en más de una ocasión, terminaban por hacérmelos mis padres y mi hermano porque eran excesivos y no me daba tiempo a hacer nada más. Recuerdo levantarme los fines de semana igual de temprano que para ir al colegio para hacer los deberes y estudiar para los controles.

Obviamente, mis padres fueron a protestar al centro educativo en el que estaba junto a otras familias, pero el personal directivo y el docente se hacían totalmente los sordos. Llegó el día en el que desistieron, lo dejaron por algo imposible y soñaban con que en un futuro las cosas cambiaran y avanzaran hacia delante en la educación.

Por desgracia, se equivocaron en sus sueños. Hoy por hoy, hay incluso más deberes de los que teníamos los estudiantes de mi generación. Cada mañana, veo a niños de educación primaria cargados con mochilas que «pesan más que ellos».

Afortunadamente, este año parece que empezamos a ver la luz al final del túnel. Muchas familias han venido protestando por la excesiva carga de deberes que llevan sus hijos a casa. Y eso que el curso no ha hecho nada más que empezar como quien dice.

Por eso, CEAPA (Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado) ha convocado que en noviembre se haga una huelga para conseguir la eliminación de las tareas escolares. Y es que con el dato estadístico «el 48,5% de los padres de la escuela pública consideran que los deberes afectan de forma negativa a su vida familiar» es para llevarse las manos a la cabeza.

A mí parecer, la mayoría de docentes que mandan deberes para casa (y ojo, no un ejercicio que se hace en quince minutos), no tienen ni idea de las consecuencias que están teniendo para los niños y para los padres. Partimos de que a partir de educación primaria, los estudiantes pasan muchas horas en los centros educativos.

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Pasan muchas horas escuchando, intentando prestar atención y asimilando toda la información y explicaciones que dan los profesores en las aulas. Eso, ya es un esfuerzo psicológico increíble. Lo más normal es que en casa pudieran descansar, desconectar y hacer las cosas con las que de verdad disfrutan.

Pero no, muchos de ellos, al terminar de comer o tienen que ir de nuevo al centro educativo si no tienen la jornada continua o se ponen a hacer los deberes escolares que tengan que entregar al día siguiente y a estudiar para los exámenes.

De esta manera, los momentos de desconexión, de relajación y sobre todo de juego, son mínimos e incluso nulos. ¿Qué conlleva esto? Estrés, ansiedad, malestar, agobios, decepciones, desilusiones y mucha desmotivación. Y obviamente, eso también influye negativamente a los padres al ver que sus hijos están perdiendo una de las épocas más importantes de su vida como es la infancia por hacer deberes escolares.

Tengo amigos psicólogos y haciendo las prácticas de pediatría que me dicen que cada vez son más los niños que llegan a sus consultas con una clara depresión infantil causada por el estrés que les provoca el entorno escolar y la excesiva carga de deberes. ¡Depresión infantil! Creo que mucha gente no se ha dado cuenta de lo que conlleva el concepto y se ha creído que los expertos que advirtieron de la situación estaban exagerando.


Es decir, una cantidad extrema de deberes escolares no solo afecta al desarrollo social y personal de los niños sino que también a su salud física. Afortunadamente, parece que poco a poco (aunque desde mi punto de vista debería ir todo más deprisa), muchos maestros y profesores están a favor de la retirada de deberes y de que un aprendizaje sin ellos es totalmente posible.

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Pero para que esto ocurra de verdad, para que de verdad desaparezca algo tan obsoleto como son los deberes, la gran parte de la sociedad tiene que estar de acuerdo y tiene que ampliar horizontes. El dato estadístico dado por CEAPA se trata de un 48,5% de los padres de los niños de la escuela pública. ¿Y los demás? ¿Y el resto?

Se de casos concretas de familias que se han llegado a enfadar con los maestros por no mandar deberes escolares para casa y por intentar hacer las cosas de manera distinta para que se de un adecuado proceso de aprendizaje. Hay padres que han exigido a los profesores más tareas para el fin de semana y más disciplina. ¡Como si ese tipo de disciplina sirviera en el aprendizaje!

Hay muchísimas formas de aprender en las aulas. La gamificación es una de las herramientas que no se usa tanto como debería y es increíblemente valiosa. Pero desgraciadamente, todavía hay docentes que no se esfuerzan por ser auténticos, por motivar a los estudiantes, por ilusionarlos, por emocionarlos y por formarles en una educación en valores y alejada de la sumisión y opresión de los deberes.

Maestros que se han acomodado, se han relajado y se niegan a avanzar y a cambiar en su trabajo. Y esos «profesionales» también son los que impiden brillar a los docentes que de verdad quieren hacer bien las cosas y transformar el sistema educativo. ¿De verdad habrá esperanza al final del túnel? ¿Vosotros qué creéis?


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