No hay edad, puedes leer a tus hijos siempre

Padre leyendo a su hija

Recientemente se celebró el Día Internacional del Libro y me debía a mí misma esta reflexión, que quiero compartir con vosotras. A pesar de los esfuerzos por mantener el hábito lector, parece que este no goza de muy buena salud (y no será por desconocimiento de los beneficios que se pueden obtener); por otra parte se sabe que la familia tiene un papel irreemplazable en el desarrollo del mismo.

No se trata de imponer la lectura, sino de acompañarla; no se trata de forzar a los peques, sino de darles ejemplo, de sugerirles, de leerles, de regalarles libros, de dejarnos fascinar por las lecturas. «Hacerse lector» es una elección, pero también es un proceso que bien consolidado nos va a acompañar «de por vida». Por eso querría hacer una llamada de atención: ¿os habéis planteado que no tiene sentido marcar edad límite para dejar de leer a vuestras hijas e hijos?

En ocasiones pasa que cuando los peques adquieren cierta soltura y leen por sí solos, y además entendiendo y sabiendo expresar lo que se ha leído, nos relajamos y vamos abandonando la costumbre. Nos olvidamos que de si se lee no es para mejorar la comprensión, ni porque esté asociado directa e indirectamente con el rendimiento académico. Cuando se lee en familia es para estar juntos, para oírnos las voces, abrazarnos,  reír, escucharnos, contarnos cómo ha ido el día, imaginar mundos, etc.

Niña leyendo antes de irse a dormir

En realidad es una excusa, es una excusa que posibilita momentos de relación inagotables, que se convertirán en eternos y perdurarán en el recuerdo. Igual suena cursi, pero seguro que os convenzo si esgrimo estos tres argumentos:

  1. La familia, sobre todo en las primeras etapas de la vida, es una fuente constante de experiencias y aprendizajes. La lectura, durante toda la vida, también.
  2. La lectura y la familia nos ayudan a relacionarnos con el mundo, nos enseñan cómo es, y nos ayudan a desenvolvernos en él.
  3. Algunas de nuestras referencias emocionales más profundas están ubicadas en la familia. Ciertas lecturas nos dejan recuerdos permanentes, y a veces contribuyen a moldear nuestra personalidad.

¿No os parece maravilloso? Estos tres puntos de unión entre lectura y familia son muy claros… Para mí ya pasó la etapa de leerles y dejar que me lean (que también ha habido momentos mágicos en ese sentido). Mis hijos ya son adolescentes, pero celebro haberme acurrucado en sus camas noche tras noche para leer, soñar y sentirnos. Todas parecemos carecer de un bien tan necesario como escaso, es el tiempo, pero ¿en serio no podemos dejar de hacer otras cosas para sumergirnos y dejarnos llevar junto a los niños?

Puedes seguir leyendo a tus hijas e hijos aunque crezcan

leer a los hijos

Que nadie te quite ese privilegio: puede ser hasta que el peque deje de tener ganas de tenerte a tu lado, pero no te impongas cortar el hábito y dejar de tener ese momento de relación sólo porque ya ha cumplido los 8 años y ya lee con soltura. Leyendo aprenderéis sobre relaciones entre personas, descubriréis ilustraciones maravillosas... y leyendo tu hijo descubrirá que hay más géneros además de la narración oral.

Descubrirá que hay más géneros y puede que defina sus gustos, e incluso que se convierta en un lector empedernido. Es una buena forma de aprender sobre la libertad de pasar tiempo compartiendo una forma de ocio más allá de los convencionalismos, y de escoger si uno quiere leer novela de terror o de aventuras.

La confianza y la cercanía dan para mucho, y al tiempo que conversáis sobre una lectura, también tendréis ocasión de relataros sucesos ocurridos en otros ámbitos (tú en el el trabajo, el niño en la escuela), y así enriquecer la relación.


Así que date por aludida: no hay edad, puedes leer a tu hija o a tu hijo siempre; deja de preocuparte tanto por que serán ellos los que te marquen el camino y las distancias. ¿Aceptas el reto?


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